La riqueza del cocido radica en ser uno de los guisos con más variantes regionales. Se cocina en olla y suele ser muy calórico. Lleva carnes de varios tipos como cerdo, res o ave, indistintamente, embutidos, legumbres, verduras y otros añadidos a gusto del cocinero o en función del tipo de cocido que se elabore.
Dependiendo de la zona geográfica, de los ingredientes de temporada de cada territorio, encontramos diferencias notables tanto en la Península como en las Islas.
El Puchero consiste en un guiso formado principalmente por caldo con la cocción conjunta de carne de ternera, cerdo y gallina o pollo, tocino, huesos salados (hueso blanqueado de vaca y costilla de cerdo salada, a veces hueso de jamón serrano) en compañía de algunos vegetales, fundamentalmente garbanzos, y patata.
Dependiendo del número de vuelcos diferenciamos dónde se cocina este plato tan invernal. El clásico de 3 vuelcos como el cocido madrileño por excelencia.
El cocido más original de todos los cocidos españoles, a nuestro entender, es el maragato, principalmente por servirse en sentido inverso. Es decir, comenzamos con las carnes y acabamos con la sopa. Una vez superada la impresión de comenzar con la parte magra, hemos de decir que el resultado a nivel gustativo es más que recomendable.
Hay que viajar a Asturias y Cantabria donde reinan las fabas en el caso asturiano y las alubias blancas en el cántabro, para elaborar tanto el pote asturiano como el cocido montañés. La diferencia fundamental con el resto de cocidos es que se presentan todos los ingredientes juntos en el mismo plato, por lo que no hay vuelcos como tal.
Además, otro elemento a destacar, es que en ellos ganan preponderancia las verduras antes que las legumbres, por lo que lo normal será que siempre haya más berza que alubias.